Pero la respiración es un proceso inconsciente, así que bien podría decirse que no hace falta pensar en ella o trabajarla de forma consciente, como se hace por ejemplo en karatedo, en aikido, etc. Es aquí cuando hay que hablar de otros elementos que, desde el punto de vista marcial y de la meditación, nos aporta una respiración controlada.
Desde el punto de vista anatómico, para poder respirar debemos poner en funcionamiento varios músculos, principalmente el diafragma: cuando el diafragma se contrae y eleva, se inspira, y cuando se distiende y desciende, se espira. A ello ayudan, combinan su fuerza a través de cadenas musculares, los músculos abdominales, entre otros: todos ellos en acción no sólo permiten la respiración, sino también hablar, toser, gritar, defecar, tener un hijo y, en definitiva, concentrar la fuerza en lo que los japoneses llaman el "seika tandem" o el "hara", es decir, el "centro" del cuerpo que se ubica, de forma clásica, tres dedos por debajo del ombligo y a la altura del centro del cuerpo.
Es un hecho que, a partir de la postura del diafragma y los músculos abdominales, se podrá hacer más o menos fuerza al fijar el centro del cuerpo, ya que por allí se cruzan las cadenas musculares que permiten casi todos los movimientos. Por ejemplo, al evitar el descenso del centro del diafragma, transformándolo en un punto fijo, elevamos las costillas y tensamos el abdomen. Estos músculos rodean y estabilizan a su vez lo que es el centro del equilibrio corporal, L3 y L4, vértebras lumbares que son el eje de rotación de la columna. Al mismo tiempo, la respiración va de la mano con la relajación: en función del control voluntario o involuntario del ritmo respiratorio uno puede relajar los músculos, bajar las pulsaciones y entrar, en definitiva, en un estado de relajación...o todo lo contrario, si se eleva dicho ritmo
Recapitulemos: la respiración no sólo es importante de por sí por su función por todos conocida, sino que, a través del diafragma y los músculos abdominales (entre otros) nos permite, además de relajarnos o tensarnos ante una situación determinada, dominar ciertas fuerzas corporales que controlan el equilibrio y permiten, básicamente, mover de forma más o menos eficiente cada músculo del cuerpo, asociado a las cadenas musculares que cruzan por la zona central del tórax y el tronco.
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